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miércoles, 20 de febrero de 2013

Teno

***
Como sonoras láminas de jaspe,
las olas acarician el basalto
de los acantilados escabrosos.
Bajo mis pies, las rocas se desnudan,
abriéndome feroces verticales,
indomables aristas.
Como trozos de nieve inalterada,
los asfódelos brotan
de las húmedas yerbas del camino.
Pronto recibo su mensaje blanco:
la pureza fulgura
desde la soledad inmarcesible,
desde la inhabitada lejanía.
Sobre las altitudes que laceran
ramalazos de vientos y de lluvias,
ahora guardo un trémulo silencio,
mirando las aristas
de los acantilados
y la suave planicie de las aguas.
Y me siento borracho
de un vértigo indecible,
como si poseyera
la salud infinita de los dioses.